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LESIONES EN EL FÚTBOL

DIAGNÓSTICO, TRATAMIENTO Y PREVENCIÓN

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CONTENIDOS

1. Introducción

2. Definición y tipo de lesiones

3. Epidemiología

   3.1.  Frecuencia de aparición

   3.2.  Distribución de las lesiones

   3.3.  Tipo de lesiones

   3.4.  Nivel de gravedad

   3.5.  Factores de riesgo

4. Tratamiento general de lesiones

5. Medidas generales de prevención

6. Análisis de las lesiones más frecuentes en el fútbol

   6.1.  Lesiones de columna

      6.1.1. Esguince o latigazo cervical

      6.1.2. Lesiones de la columna en crecimiento. Escoliosis

      6.1.3. Lumbalgia

      6.1.4. Ciática

   6.2.  Lesiones del miembro superior

      6.2.1. Hombro

         6.2.1.1.  Patología acromioclavicular

         6.2.1.2.  Tendinopatía del hombro

         6.2.1.3.  Luxación del hombro

      6.2.2. Antebrazo

         6.2.2.1.  Fractura de cúbito y/o radio

      6.2.3. Codo

         6.2.3.1.  Epicondilitis – Epitrocleitis

         6.2.3.2.  Bursitis Olecraneana

      6.2.4. Muñeca

         6.2.4.1.  Esguince de muñeca

         6.2.4.2.  Fractura de muñeca

      6.2.5. Mano y dedos

         6.2.5.1.  Esguince de dedo

         6.2.5.2.  Luxaciones

         6.2.5.3.  Dedo de martillo

 

   6.3.  Lesiones del miembro inferior

      6.3.1. Lesiones musculares

      6.3.2. Pelvis

         6.3.2.1.  Osteopatía dinámica de pubis, osteítis o pubalgia

      6.3.3. Rodilla

         6.3.3.1.  Esguince de rodilla

         6.3.3.2.  Meniscopatía

         6.3.3.3.  Osteocondritis disecante de rodilla (ODR)

         6.3.3.4.  Condromalacia rotuliana o SDFP

         6.3.3.5.  Osgood – Schlatter

      6.3.4. Pierna

         6.3.4.1.  Periostitis tibial

      6.3.5. Tobillo

         6.3.5.1.  Esguince de tobillo

         6.3.5.2.  Fracturas

         6.3.5.3.  Tobillo del futbolista o pinzamiento anterior

         6.3.5.4.  Tenosinovitis

         6.3.5.5.  Tendinopatía aquílea

      6.3.6. Pie

         6.3.6.1.  Fractura por estrés

         6.3.6.2.  Fascitis plantar

         6.3.6.3.  Enfermedad de Séver

7. Análisis de un caso. Lesión muscular en Bíceps Femoral

   7.1.  Definición y tipos

   7.2.  Anatomía

   7.3.  Incidencia lesional en el fútbol

   7.4.  Mecanismos de producción y factores de riesgo

   7.5.  Tratamiento

   7.6.  Prevención

8. Bibliografía

Las altas exigencias de esta modalidad deportiva tanto en el ámbito amateur como en el profesional, debido, tanto al elevado número de partidos y de entrenamientos como a las características propias de este deporte, ponen en alto riesgo de lesión al jugador.

Si tenemos en cuenta que una lesión puede afectar tanto a la salud física y psicológica del deportista, como al rendimiento del equipo si nos referimos al ámbito profesional, es de vital importancia que los profesionales de este terreno tengan información acerca de las lesiones que se pueden presentar en un futbolista y cómo poder ayudar a tratarlas y prevenirlas.

 

Además de lo anterior, y en lo que podría afectar a un club una lesión de uno o varios jugadores, si atendemos al estudio de De Loes et al (2000) de 3611 sujetos de diferentes deportes de equipo, el coste total de la lesión de rodilla de 3864 lesiones fue de 3.758.797 €, lo que significa aproximadamente 1.000 € el coste de cada una de ellas.

 

En el siguiente trabajo estudiaremos las lesiones en el fútbol desde varios puntos de vista. En primer lugar realizaremos un estudio epidemiológico para analizar tanto la frecuencia de aparición como la distribución, el tipo de lesión, la gravedad de las mismas y los posibles factores de riesgo. A continuación realizaremos un análisis detallado de las

  1. Introducción

 

El deporte más popular en el mundo es el fútbol, con más de 265 millones de personas practicándolo (Junge y Dvorak, 2004; Arundale et al. 2015), de los cuales 40 millones son mujeres. (Andersen et al, 2003; Eils et al, 2004). Según la encuesta de Hábitos deportivos en España de 2010, el 24,6 por ciento de los practicantes deportivos realizan fútbol. (García y Llopis 2010).

 

Fuente de imagen: radiohouse.hn

las lesiones más importantes en el fútbol, atendiendo al tipo de lesión, mecanismo de producción, metodología de recuperación y posibles estrategias de prevención de la misma. Por último, analizaremos el estudio de un caso real en concreto.

     2. Definición y tipos de lesiones

 

En el fútbol, no existe una definición de lesión generalmente aceptada por todos para los estudios de carácter epidemiológico (Belloch et al, 2010). Entre los criterios más comunes para la definición de lesión se utilizan la ausencia del entrenamiento o del juego (Chomiak et al, 2000), seguido por la necesidad de tratamiento médico (Dvorak et al, 2000; Ekstrand et al, 2004; Ekstrand et al, 2006) y por el grado de daño sufrido en los tejidos anatómicos y el tiempo que requiere el deportista para volver a la práctica deportiva, pudiendo oscilar éste, para ser considerado lesión, desde un día (The National Athletic Injury Registration System [NAIRS] citado en Dvorak et al, 2000; Ekstrand et al 2004; 2006) hasta una semana (Junge et al., 2000).

 

Ante esta falta de acuerdo, la FIFA ha definido la lesión como "cualquier dolencia física que padece un futbolista y que se ha producido por un partido de fútbol o un entrenamiento, con independencia de que necesite atención médica y del tiempo que tarde en volver a jugar". (Theron et al, 2013).

 

De manera general, las lesiones que pueden aparecer o que puede sufrir un futbolista pueden afectar a cuatro partes diferentes de su organismo:

 - A los músculos: calambres, agujetas, contracturas, roturas de fibras, desinserción, contusiones, heridas, hernias y hematomas.

           - A los tendones: tendinitis, tenosinovitis, distensiones, desgarro parciales y roturas completas.

           - A las articulaciones: lesiones ligamentosas, capsulares y del cartílago. Luxaciones y subluxaciones, inestabilidades y lesiones de meniscos

           - A los huesos: Fisuras y fracturas. Periostitis.

 

A los cuatro apartados anteriores podemos añadir un apartado general para englobar otras lesiones que también pueden aparecer, pero que son menos típicas del deporte en sí. Como son:

- Palidez en el rostro

- Tono postural bajo, pero conserva los reflejos

- Debilidad respiratoria

- Palpitación y estado de ansiedad

- Sudor frío en la frente

- Visión alterada “ve como nubloso”Pérdida de conocimiento

- Pérdida de equilibrioPulso débil

- Nauseas y vómitos

     3. Epidemiología

 

        3.1. Frecuencia de aparición

 

El grado de incidencia de lesiones en fútbol se define como el número de lesiones que se producen durante un periodo concreto, dividido por el total de jugadores expuestos a ese riesgo (Van Mechelen, Hlobil y Kemper 1992; Junge y Dvorak 2000).

Éste puede ser estimado de forma bastante precisa teniendo en cuenta el tiempo de exposición de los jugadores de fútbol tanto en partidos como en entrenamientos. En concreto, el riesgo de lesión según el tiempo de exposición se calcula dividiendo el número de lesiones producidas por el tiempo que todos los jugadores utilizan en entrenamientos y partidos. (Van Mechelen et al 1992; Inklaar, 1994; .Junge y Dvorak, 2000).

En la literatura, la mayoría de los estudios sobre la incidencia de lesiones en el fútbol se centran en jugadores profesionales masculinos adultos durante una temporada. (Junge y Dvorak, 2004).

En una revisión realizada por Belloch et al (2010) los resultados obtenidos (Tabla 1) en cuanto al índice de lesiones oscilan de 2,3 a 7,6 cada 1000h de entrenamiento y de 12,7 a 68,7 cada 1000h de competición. En cuanto al promedio total las cifras obtenidas van de 1,1 a 9,4 cada 1000 h de exposición de los jugadores. Según Noya y Silleros (2013), en los jugadores de los equipos españoles profesionales de primera y segunda división se encontró en la temporada 2008/2009 un índice lesionar de 8,9 les/1000h de práctica deportiva de fútbol profesional, encontrándose dentro del rango obtenido por Belloch en 2010.

 

Según la liga o el país, Junge y Dvorak (2004) obtuvieron que el índice de lesiones es mayor en los jugadores de la liga profesional de EE.UU (Morgan y Oberlander, 2001) y la Liga Nacional de Islandia (Arnason et al, 1996), mientras que las incidencias más bajas fueron para la Liga Holandesa (Inklaar et al, 1996) y Dinamarca (Nielsen y Yde J, 1989).

 

Según entrenamiento o partido, el índice lesionar de los partidos es de 4 a 6 veces mayor que durante los entrenamientos (Junge y Dvorak 2004; Belloch et al, 2010; Noya y Silleros, 2013)

Según el género, dos estudios que analizaron las lesiones durante torneos de fútbol reportaron una mayor incidencia en los hombres que en las mujeres. (Junge et al, 2004; Cunningham C y Cunningham S, 1996). Sin embargo, algunos tipos de lesiones, como el ligamento cruzado anterior      

Tabla 1. Promedio de lesiones en entrenamientos y competición

                                                                                                                        (LCA), son más frecuentes en mujeres que los atletas masculinos. (Arendt y                                                                                                                          Dick, 1995; Harmon y Dick, 1998).

 

Según la edad, en los futbolistas jóvenes el número de lesiones parece aumentar con la edad (Schmidt-Olsen et al, 1991). El grupo de edad de 17 a 18 años parece tener una incidencia similar o incluso más alto de lesiones que los adultos (Inklaar et al, 1996; Peterson et al, 2000). La ​​misma observación se informó en un estudio de las lesiones durante 12 torneos internacionales de jugadores de diferentes categorías de edad y nivel de habilidad. (Junge et al, 2004)

 

Según el momento de la temporada, Noya y Silleros (2013) obtuvieron que el mes con mayor número de lesiones fue Noviembre, siendo Julio el que presentó menor número de lesiones.

 

Según la demarcación, los delanteros son los jugadores con mayor índices lesionar (IL = 11,7 les/1000h.), seguidos por los defensas centrales (IL= 8,1 les/1000h.), los defensas laterales (IL = 5,8 les/1000h.) y los interiores (IL = 5,6 les/1000h.) Los porteros son siempre los jugadores con menor IL (IL = 1,3 les/1000h.) (Noya y Silleros, 2013).

 

Según el momento del partido, el índice lesionar es mayor en la segunda mitad (58,1% de todas las lesiones) frente a la primera. (41,9%). Si a su vez lo dividimos en fracciones de 15 minutos encontramos que durante la primera mitad, según transcurrió el tiempo, la frecuencia de lesión aumentó. Sin embargo, en la segunda mitad estos resultados no fueron iguales, donde fue en el segundo período (minuto 61-75), en el que se encontró la mayor probabilidad de sufrir una lesión (produciéndose el 22,8% de todas las lesiones que ocurren en el partido) y disminuyendo en el tercer período (16,7% de las lesiones) con valores inferiores al primer período de la segunda mitad (18,6% de las lesiones) (Gráfico 1) (Noya y Silleros, 2013).

Gráfico 1. Lesiones en competición por minutos

Según el rol del equipo en cuanto a local o visitante, no hay prácticamente diferencias entre ellos. Noya y Silleros (2013) registraron el 50,9% de las lesiones como local y el 48,2%  como visitante.

 

Según el marcador, se produce una mayor cantidad de lesiones cuando el resultado es empate (39,2%), sobre otras situaciones como, cuando el equipo va ganando (35,6%) o perdiendo (25,2%). (Noya y Silleros, 2013). Esto podría deberse a que la intensidad del partido en momentos de empate es superior.

Según el origen de la lesión, en un estudio realizado a 91 equipos ingleses profesionales durante dos temporadas, el 38 % de las lesiones se produjeron por contacto, el 37 % sin contacto y el 25 % correspondieron a otro tipo de lesiones (Hawkins et al, 2001).

        3.2. Distribución de las lesiones

 

El porcentaje de lesiones registradas en el tren inferior para jugadores del género masculino oscila entre un 63% y un 93%, (Belloch et al, 2010) muy similar al presentado por McGrath y Ozanne (1997) en su revisión, en la que establecían un porcentaje de un 75% a un 93%. Las lesiones que afectan al miembro superior, tronco y cabeza representan entre un 2,9% y un 11,4% del total.

Tabla 2. Frecuencia de lesión en función de la localización corporal del tren inferior

Según Hawkins y Fuller (1999) la gran mayoría de las lesiones se asocian con la parte dominante del cuerpo (52,3%) frente a la no dominante (38,7%). Resultados que coinciden con los del estudio de Noya y Silleros (2013)  en el cual el 54,4% de las lesiones se produjeron en la parte dominante, frente al 36,5% que se dieron en la parte no dominante.

 

En cuanto a las lesiones en el tren inferior, los resultados de la localización exacta en cada una de las regiones corporales han sido recopilados en la siguiente tabla (Tabla 2), siendo las regiones más afectadas la rodilla, el tobillo y el muslo, coincidiendo así con lo afirmado por diversos autores (Junge et al 2000; Lilley et al 2002). Si se comparan hombres y mujeres, Hägglund (2007) afirma que la localización de las lesiones varía.

Tabla 3. Frecuencia de lesión en función de la localización corporal

De la misma forma,  Noya y Silleros (2013) indicaron que la mayor frecuencia de lesión se centró en el muslo posterior (16,3% de todas las lesiones), seguido principalmente de las regiones cadera/aductor (14,5%), muslo anterior (14,2%), tobillo (13,3%), y rodilla (11,9%) de todas las lesiones respectivamente. (Tabla 3).

 

En cuanto a las lesiones en el tren superior, en la tabla inferior (Tabla 4) se presenta un resumen de varios trabajos publicados sobre localización de lesiones en fútbol.

 

El tipo de lesión más común en la cabeza es una contusión producida por la colisión con otro jugador. En cuanto al tronco (Chomiack et al 2000) las lesiones suelen ir acompa- 

ñadas por un problema intrínseco (como puede ser una espondilolisis, una escoliosis o la enfermedad de Scheuermann), que se ve agravado por la propia actividad o por el contacto con algún jugador. Por último, indicar que en el caso de los miembros superiores, McGrath y Ozanne (1997) afirman que el porcentaje de lesiones es mayor en categorías inferiores.

Tabla 4. Frecuencia de lesión en función de la localización corporal del tren superior

       3.3. Tipo de lesión

 

En relación a la tipología de la lesión, los resultados del estudio de Noya y Sillero (2013) indican que las lesiones musculares fueron las que se produjeron con una mayor frecuencia (49,1%), incluyendo dentro de estas las sobrecargas, contracturas y roturas musculares (Tabla 6). Ekstrand (2011), en un estudio llevado a cabo sobre 51 equipos europeos de fútbol entre 2001 y 2009, obtuvo que las lesiones musculares suponen el 31% de todas lesiones producidas, siendo la causa del 27% del tiempo total de ausencia de actividad por lesión. (Navarro et al, 2015).

 

Gráfico 2. Tipología de lesión más frecuente en el fútbol

De la misma manera, los resultados del estudio de Zahínos et al, (2010) indicaron que la frecuencia de aparición más elevada de lesiones fue de tipo muscular (80% del total) (Gráfico 2). Estos datos concuerdan con otros estudios revisados (Wood et al., 2002; Walden et al., 2005), que además indican que tras las lesiones musculares, le siguen en frecuencia de incidencia las lesiones articulares, los esguinces de tobillo y las lesiones de rodilla.

 

Por otro lado, el 66% de las lesiones musculares afectaron a los isquiotibiales Estos datos coinciden con el estudio de Waldén et al. (2005), en el que se afirma que la mayor parte de las lesiones musculares se localizaron en la región del muslo (61%) o en la ingle (21%), principalmente en aquellas zonas relacionadas con la musculatura isquiotibial.

Tabla 5. Frecuencia de lesión en función de la tipología

Según Hawkins (1999) se produjeron 27,7 lesiones por cada 1000 horas de competición en dichos músculos, en un estudio sobre cuatro equipos del fútbol inglés. Arnason (2004) encontró una incidencia de lesión similar (24,6 lesiones / 1000 horas de competición) en 306 jugadores de fútbol en Islandia. Walden      

Fuente de imagen: marca.com

(2005) observó 30,5 lesiones / 1.000 horas de competición en 266 jugadores de once equipos de la élite europea.

 

Recientemente, Hagglund (2013) informó que el 42% de las lesiones que afectaron a los miembros inferiores de 26 equipos europeos entre 2001 y 2010 fueron las lesiones de isquiotibiales, y que fue más frecuente en el miembro inferior dominante (D). Según Woods et al. (2004) y Ekstrand et al. (2011) de todas las lesiones producidas en un equipo de fútbol, el 12% se producen en los músculos isquiotibiales y constituyen un promedio de cinco lesiones por temporada. Entre todos ellos, el Bíceps Femoral es el de mayor incidencia (Heiderscheit et al., 2010; Goldman y Jones, 2011), como también aseguró Mallo et al. 2011, diciendo que se producen 1,0 lesiones en estos músculos por cada 1000 horas.

 

Debido a los resultados de estos estudios y a esta realidad, las lesiones musculares y, en concreto la lesión en isquiotibiales, es un tema que preocupa hoy en día a los profesionales del mundo del fútbol, tanto a los entrenadores y preparadores físicos, como al cuerpo médico. Por ello mismo, en la última parte de este trabajo realizaremos un análisis detallado de esta lesión, estudiando los posibles mecanismos de producción de la misma, y ofreciendo una metodología de trabajo tanto para su tratamiento como para su prevención.

        3.4.  Nivel de gravedad

 

La clasificación de las lesiones más utilizada por los investigadores es aquella que las agrupa según el número de días que el deportista se pierde de entrenamiento o de partidos, catalogando las lesiones en tres categorías. Como se ve en la siguiente tabla (Tabla 6) la mayoría de autores catalogan las lesiones a partir de que el jugador se pierda al menos un entrenamiento o partido, pero hay otros, que aunque también las dividen en tres categorías, el periodo mínimo de afectación debe prolongarse al menos una semana. (Belloch et al, 2010).

Tabla 6. Catalogación de las lesiones en función de su gravedad

El tiempo perdido de práctica deportiva por parte del deportista es un indicador efectivo de la importancia que ha revestido la lesión, pero tiene el inconveniente de que tiene un cierto componente subjetivo, pues depende de que persona (médico, fisioterapeuta, entrenador, deportista, etc.) que toma la decisión de que el deportista se reincorpore a los entrenamientos normales. Además, la presión mediática hace que no siempre los deportistas cumplen los periodos de recuperación que serían adecuados para la gravedad de la lesión que sufren (Adamczyk y Luboiñski, 2002).

 

En otros trabajos (Arnason et al, 1996; Chomiack et al, 2000; Junge, 2004) las lesiones se dividen en los siguientes tipos: esguinces (elongación de ligamentos más allá del denominado límite elástico), distensiones músculo- tendinosas, contusiones, tendinitis (en la que se incluye la bursitis) y fracturas óseas. Las lesiones agrupadas como “otras” incluyen abrasiones de la piel, conmociones, etc. (Tabla 7).

 

En líneas generales, se puede afirmar que el riesgo de sufrir una lesión que conlleve un periodo de recuperación inferior a una semana sería de un 12,5 a 62% de probabilidad. Generalmente se trata de esguinces y distensiones músculo-tendinosas. Para las de duración inferior a cuatro semanas, la probabilidad se sitúa entre 18,75 y 38%. Por último, para las lesiones superiores a las cuatro semanas el rango de probabilidad se situaría entre un

 

9 y un 43,75%. Estas cifras son bastante similares a las obtenidas en otras revisiones (McGrath y Ozanne, 1997; Morgan, 2001). Es de destacar que, según estos autores, la posición que ocupa el jugador en el terreno de juego no afecta al tipo de lesión. (Belloch et al, 2010)

 

Tabla 7. Frecuencia de lesiones según el tipo de lesión

        3.5.  Factores de riesgo

 

En cuanto a los factores de riesgo, en la literatura encontramos dos tipos: los factores intrínsecos, o aquellos propios del deportista; y los factores extrínsecos o externos al deportista. Aunque más adelante detallaremos en cada lesión el mecanismo de producción de la misma y los factores que intervienen en ella, a continuación vamos a presentar los diferentes factores a los que hacen referencia diferentes autores en sus estudios (Hägglund et al, 2013; Navarro et al, 2015; Orchard, 2001; Stege et al. 2011; Árnason et al, 2004; Call et al, 2014; Hrysomallis, 2013; Beijsterveldt et al, 2014; Hägglund et al, 2006; Henderson et al, 2010; Árnason et al, 2004)

 

Intrínsecos

  • Edad

  • Raza

  • Aspectos anatómicos

  • Composición corporal

  • Sexo

  • Entrenamientos inadecuados

  • Tratamientos o rehabilitación inadecuada

  • Déficit de fuerza muscular (desequilibrios musculares)

  • Eficiencia de la técnica

  • Falta de flexibilidad

  • Haber tenido una lesión previa

  • Falta de sincronización entre los músculos agonistas y antagonistas de la cadena cinética

  • Fatiga

  • Falta de concentración

  • Inestabilidad mecánica en las articulaciones (tobillos o las rodillas principalmente)

 

Extrínsecos

  • Acciones propias del deporte

  • Condiciones superficie de juego

  • Condiciones ambientales

  • Equipamiento

  • Violación de las reglas de juego

  • Resultado del partido

  • Momento de la temporada

  • Demarcación

  • Decisiones tácticas del entrenador

  • Gesto inadecuado

  • Repercusión mediática o de competición (importancia del partido)  

     4. Tratamiento general de las lesiones

 

Según Hontoria et al (1997), ante una lesión existen una serie de pautas generales que todo futbolista y profesional del deporte debe conocer y tener en cuenta.

Reposo

 

Al notar las primeras molestias se debe cesar la actividad deportiva hasta que sea valorado por el médico, inmovilizando la parte afectada pudiendo realizar otras actividades que mantengan la condición física sin interferir en el proceso de curación, siendo fundamental el papel de un especialista o recuperador. Esto se debe mantener el tiempo exacto que requiera la lesión

Fuente de imagen: mundodeportivo.com

Aplicar frío (Crioterapia)

 

Es la primera medida que hay que tomar inicialmente en casi todas las lesiones: disminuye la hinchazón, calma el dolor, reduce el espasmo muscular y favorece la recuperación. La aplicación del hielo no se debe realizar directamente sobre la piel ya que produciríamos daños en ella. Para ello se puede utilizar diferentes métodos o estrategias:

  • Geles reutilizables o bolsas de hielo picado envuelto en paños o toalla humedecida en la zona de contacto con la piel. Inicialmente el hielo se puede aplicar en períodos de 15 a 20 minutos, varias veces las primeras 24 - 48 horas.

  • hielo mezclado con agua en recipiente hasta alcanzar una temperatura entre 13º y 18º.

  • Masaje con hielo, describiendo círculos por la zona lesionada. La duración oscila entre 3 y 10 minutos, y puede repetirse cada 2 ó 3 horas.

*Precauciones: no conviene utilizarlo en personas con mala circulación, que tengan exceso de sensibilidad al frío o padezcan sabañones con frecuencia.

Compresión

 

Es útil para reducir la hemorragia y el hinchazón. Además contribuye a sujetar la articulación lesionada. Debe ser realizado por personas expertas, mediante vendas elásticas adhesivas o no.

Fuente de imagen: everyfutbol.co

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Elevación

 

Evitar el estancamiento de la sangre en la zona de la lesión y favorecer el retorno de la misma al corazón. Para ello se debe mantener la estructura lesionada elevada de tal forma que esté situada a la altura del corazón.

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Calor

 

Utilizaremos calor siempre y cuando hayan pasado 48 horas de la fase aguda de la lesión. Mediante este método favorecemos el aporte de sangre que facilita la curación de la herida y además alivia la contractura muscular.

Se debe aplicar mediante paños húmedos o secos en la zona de la lesión, baños calientes, manta eléctrica o pomadas rubefacientes.

 

*Precauciones: Nunca se debe aplicar calor inmediatamente después de una lesión, cuando se tenga fiebre o con problemas de circulación de la sangre o alteraciones de la sensibilidad.

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     5. Medidas generales de prevención

Utilizar una técnica correcta

Reconocimiento médico previo

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Nivel de entrenamiento adecuado

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Adecuada recuperación

Control de las cargas de entrenamiento y competiciones

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Calentamiento óptimo previo a la competición

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Realizar protocolos preventivos

Correcta hidratación y alimentación

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Material deportivo apropiado y en buen estado

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     6. Análisis de las lesiones más frecuentes en el fútbol

 

        6.1. Lesiones de columna

 

           6.1.1. Esguince o latigazo cervical

 

Diagnóstico: desde un simple estiramiento o desgarro de alguno de los ligamentos que une las vértebras cervicales (esguince) hasta una posible fractura vertebral.

 

Síntomas: dolor del raquis cervical, posible irradiación por MMSS, contracturas reflejas dolorosas de la musculatura paravertebral, disminución de la movilidad, actitud “estirada” o tortícolis y pueden asociar signos neurológicos periféricos o centrales (afectación a la fuerza o de la sensibilidad, dolor de cabeza, sensación de mareo, adormecimiento, etc.)

 

Mecanismo de producción: movimiento forzado de hiperflexión o hiperextensión, normalmente en un salto de cabeza padeciendo una carga brusca en el aire.

 

Tratamiento: en un primer momento inmovilizar el cuello con collarín.

 

Prevención: potenciación equilibrada de la musculatura del cuello y espalda, correcta técnica del salto, utilizar los brazos para la protección de choques frente a otros jugadores y mantener el equilibrio en el aire, adecuados calentamientos de la zona y estiramientos en la vuelta a la calma.

 

           6.1.2. Lesiones de la columna en crecimiento. escoliosis

 

Diagnóstico: enfermedad multifactorial con base en una maduración anómala del sistema nervioso central asociada a un desequilibrio del esqueleto axial.

 

Síntomas: en contra de lo que se ha creído durante años, la escoliosis idiopática no es una causa de dolor de espalda ni, habitualmente, de otros problemas de salud, sino sólo una “peculiaridad estética”.

 

Mecanismo de producción: Las escoliosis pueden ser debidas a malformaciones. En este caso son congénitas (es decir, existen desde el nacimiento); eso sucede, por ejemplo, en los casos debidos a la falta de formación de la mitad de una vértebra. También pueden  aparecer como una manifestación más de otras enfermedades (como la neurofibromatosis, el síndrome de Marfan o enfermedades neuromusculares). Sin embargo, la mayoría de las escoliosis, y que aparecen en niños sanos,  son “escoliosis idiopáticas”. Este tipo de escoliosis se pueden  considerar “síndromes mecánicos del raquis”. Los mecanismos exactos por los que aparece la escoliosis no son todavía conocidos, pero se sabe que están implicados varios genes; unos parecen estar vinculados a la aparición o predisposición a que aparezca la curva escoliótica, y otros a su progresión.

 

Tratamiento: corrientes eléctricas, el ejercicio (inespecífico y específico), distintos tipos de corsé, y la cirugía.

 

Prevención: la escoliosis postural se puede prevenir con una adecuada higiene postural, pero la escoliosis verdadera al ser congénita no se puede prevenir tan fácilmente.

 

           6.1.3. Lumbalgia

 

Diagnóstico: dolor localizado en la parte inferior o baja de la espalda, cuyo origen tiene que ver con la estructura músculo-esquelética de la columna vertebral.

 

Síntomas: dolor local o irradiado, inflamación y presencia de contracturas musculares.

 

Mecanismo de producción: origen multifactorial, aunque el deporte genera una serie de microtraumatismos repetidos incansablemente, además de los traumatismos inevitables de la práctica deportiva.

 

Tratamiento: reposo (a postura más cómoda para ello es de lado y con las piernas ligeramente flexionadas); masoterapia en zona lumbar y glútea (masaje terapéutico); tratamiento de los músculos: psoas, cuadrado lumbar, piramidal…. (fisioterapia); tratamiento de los ligamentos iliolumbares, intervertebrales…; electroterapia: microonda, onda corta, TENS, Infrarrojo, ultrasonido; Osteopatía; ejercicios de estiramientos para la zona lumbar; fortalecimiento muscular; ergonomía postural.

 

Prevención: tener un buen equilibrio muscular sobretodo de la zona CORE, realizar ejercicios de estiramientos para la zona lumbar, adoptar una actitud mental valiente ante el dolor y cumplir las normas de higiene postural.

 

           6.1.4. Ciática

 

Diagnóstico: dolor, debilidad u hormigueo en la pierna, causados por la compresión del nervio ciático, el cual comienza en la columna lumbar y baja por la parte posterior de la pierna  y controla los músculos de la parte posterior de la pierna y  aporta además sensibilidad en toda esta región hasta la planta del pie.

 

Síntomas: hormigueo, dolor, sensación de ardor, si es muy severo impide a la persona moverse. Este dolor puede empeorar después de pararse o sentarse, por las noches, al estornudar, toser, reír, al doblarse, al caminar…

 

Mecanismo de producción: Síndrome piriforme o piramidal (el músculo piramidal, el cual está situado en el glúteo, comprime el paso del nervio ciático en esa zona); hernia de disco; enfermedad degenerativa de los discos; estenosis raquídea; lesión o fractura de la pelvis.

 

Tratamiento: El tratamiento de esta patología será igual que el tratamiento de la Lumbalgia, pero añadiendo además la movilización neural e incidiendo más en el tratamiento del músculo piramidal.

 

Prevención: tener un buen equilibrio muscular sobretodo de la zona CORE, realizar ejercicios de estiramientos para la zona lumbar, adoptar una actitud mental valiente ante el dolor y cumplir las normas de higiene postural.

 

 

        6.2. Lesiones del miembro superior

 

           6.2.1. Hombro

 

              6.2.1.1. Patología acromioclavicular        

 

Diagnóstico: desde esguince y luxación acromioclavicular hasta fractura de clavícula. Clasificación basada en las publicadas por Mansat M y Mansat CH (1985), Rowe (1988) y Bannister et al (1992).

Tipo I: Esguince. No se produce pérdida de la relación articular, solamente es un esguince ligamentoso. Radiológicamente no se observan alteraciones.

Tipo II: Subluxación (Luxación incompleta). Rotura del ligamento acromioclavicular superior, con rotura parcial capsular y esguince de los ligamentos coracoclaviculares. Radiológicamente puede no existir desplazamiento superior del extremo externo clavicular o éste es inferior al espesor de la misma.

Tipo III: Luxación superior completa. La articulación AC está totalmente luxada y los ligamentos coracoclaviculares están total o parcialmente rotos. No se produce lesión muscular o es mínima. Radiológicamente se observa elevación del extremo externo clavicular sobre el acromion mayor que el espesor de aquella.

Tipo IV: Luxación superior severa. Luxación de la articulación AC con rotura completa de los ligamentos coracoclaviculares y desgarro de las inserciones musculares del tercio externo clavicular. Radiológicamente la clavícula está muy elevada por encima del acromion. Luxación posterior: Los ligamentos coracoclaviculares no suelen estar rotos y la clavícula se desplaza posteriormente. Luxación inferior: Desplazamiento inferior de la clavícula. Es poco frecuente y los ligamentos coracoclaviculares suelen permanecer intactos. Luxación completa y simultánea de ambos extremos articulares: luxación de la articulación acromioclavicular y esternoclavicular.

 

Síntomas: dolor localizado en la cara anterior y superior de la articulación, que se puede irradiar a cuello y trapecio. En la exploración es característico el aumento del dolor con la maniobra de aducción y cruce del brazo a hombro contralateral, produciendo una compresión en la articulación. También se puede apreciar deformidad con tumoración o relieve subcutáneo de mayor o menor intensidad según la gravedad. En el caso de fractura abierta también se apreciaría la herida causada por el hueso fracturado.

 

Mecanismo de producción: Caída sobre el brazo en abducción-retropulsión, tracciones muy bruscas hacia abajo o por un choque directo sobre el muñón el brazo (caída o carga excesivamente brusca). La clavícula se apoya sobre la primera costilla que bloquea su desplazamiento interiormente y como consecuencia de ello se produce una distención o rotura de los elementos estabilizadores articulares o una fractura de la clavícula. En los casos más severos se puede producir el desgarro de las inserciones claviculares de los músculos trapecio y deltoides. (Lizaur et al, 1994)

 

Tratamiento: colocar un denominado vendaje en 8, que permita la estabilización de la articulación. Las fracturas leves precisan un tratamiento ortopédico y las graves uno quirúrjico. Mediante un procedimiento artroscópico es posible resecar la zona artrósica preservando los ligamentos acromioclaviculares superiores, que son los estabilizadores más potentes de esta articulación. Si la artrosis forma parte de un hombro doloroso degenerativo global no hay un consenso claro y, en caso de cirugía, además de la resección del cuarto externo de la clavícula se pueden asociar otras técnicas. (Nourissat et al, 2014).

 

Prevención: potenciación equilibrada de la musculatura del hombro y espalda, correcta técnica del salto, utilizar los brazos para la protección de choques frente a otros jugadores y mantener el equilibrio en el aire, adecuados calentamientos de la zona y estiramientos en la vuelta a la calma.

 

              6.2.1.2. Tendinopatía del hombro

 

Diagnóstico: daño o irritación en los tendones del manguito rotador.

 

Síntomas: dolor localizado en la región anterolateral del hombro. Muy frecuente la aparición de un dolor referido o irradiado hasta el tercio medio del brazo.

 

Mecanismo de producción: excesiva solicitación mecánica y funcional intensiva ligada al deporte, sobre todo por encima del nivel de la cabeza. Síndrome subacromial

 

Tratamiento: reposo y fisioterapia, basada en ejercicios de cinesterapia (movilizaciones pasivas realizadas por el terapeuta o activas realizadas por el jugador). Otros tratamientos incluyen las filtraciones, sin resultados a largo plazo, y la cirugía, en relación al síndrome subacromial. La reeducación del gesto deportivo es fundamental y el trabajo con gomas elásticas también.

 

Prevención: potenciación equilibrada de la musculatura del hombro y espalda, adecuados calentamientos de la zona y estiramientos en la vuelta a la calma.         

 

              6.2.1.3. Luxación del hombro

 

Diagnóstico: lesión muy dolorosa que ocurre cuando el húmero proximal o “cabeza” se sale de lugar, o sea, de la glena.

 

Síntomas: aparatosidad de la caída con un brazo en abducción irreductible, deformidad en “charretera”, en la que el hombro adquiere un aspecto anguloso en 90 grados y no su aspecto redondeado y romo normal, la impotencia funcional y sobre todo un intensísimo dolor que alarma acerca de la gravedad.

 

Mecanismo de producción: Caída sobre el codo y la mano con el hombro en abducción-retropulsión-rotación externa.

 

Tratamiento: traslado urgente para reducción. Imprescindible no tocar el hombro, ni manipularlo hasta la llegada al centro médico. Una luxación recidivante, con luxaciones repetidas cada cierto tiempo implicaría cirugía correctora.

 

Prevención: potenciación equilibrada de la musculatura del hombro y espalda, adecuados calentamientos de la zona y una correcta técnica en caso de caída al suelo.

 

           6.2.2. Antebrazo

 

              6.2.2.1. Fractura de cúbito y/o radio        

 

 

 

Diagnóstico: rotura violenta en alguno o ambos huesos del antebrazo. Pueden ocurrir cerca de la muñeca en el extremo más alejado (distal) del hueso, en el medio del antebrazo, o cerca del codo en el extremo superior (proximal) del hueso. Los huesos de un niño también están sujetos a una lesión exclusiva llamada fractura del cartílago de crecimiento (placa epifisaria). Estas placas están compuestas de cartílago cerca de los extremos de los huesos de los niños y ayudan a determinar la longitud y forma del hueso maduro.

Síntomas: En la mayoría de los casos, un antebrazo fracturado causa dolor severo. El antebrazo y la mano también pueden sentirse adormecidos.

 

Mecanismo de producción: Caída sobre la mano con el brazo extendido.

 

Tratamiento: algunas fracturas leves, como las fracturas en rodete, puede que sólo necesiten el soporte de una férula o yeso hasta que suelden. Para las fracturas más severas que han formado un ángulo, el médico tal vez pueda empujar (manipular) los huesos para alinearlos debidamente sin cirugía, siempre y cuando los huesos no se hayan fracturado pasando a través de la piel. Una fractura estable, como una fractura en rodete, puede requerir de 3 a 4 semanas de yeso. Una lesión más seria, como una     

fractura-luxación de Monteggia, puede necesitar estar inmovilizada de 6 a 10 semanas. Por otro lado, puede requerirse cirugía para alinear los huesos si se presentan alguna de las siguientes circunstancias: la piel está rota, la fractura es inestable (los extremos de los huesos quebrados no permanecen alineados), los segmentos del hueso se han desplazado, los huesos no pueden alinearse debidamente sólo con manipulación, los huesos ya han comenzado a soldar en un ángulo o en una posición incorrecta. Después que los huesos quedan alineados, el médico puede usar clavos, implantes de metal o un yeso para mantenerlos en su lugar hasta que hayan soldado.

 

Prevención: evitar golpes en las manos o caídas al suelo con el brazo extendido y, si se producen, realizarlas con una buena técnica de caída.

 

           6.2.3. Codo

 

              6.2.3.1. Epicondilitis-Epitrocleitis

 

Diagnóstico: tendinitis o tendinosis de inserción de los músculos epicondíleos o epitrocleares. Denominadas codo de tenista y de golfista respectivamente.

 

Síntomas: dolor local en la palpación o al extender el brazo, calcificaciones periarticulares, micro calcificaciones intratendionsas

 

Mecanismo de producción: esfuerzos manuales de movimientos de flexo-extensión, en combinación con la pronosupinación de antebrazo, extensión de muñeca y flexión de los dedos. Es posible encontrar un origen biomecánico que deba ser corregido

 

Tratamiento: reposo, antiinflamatorios, fisioterapia, órtesis: Brace, corticoidades locales y cirugía.

 

Prevención: Fortalecer musculatura implicada, realizar un buen calentamiento antes de la actividad y una correcta vuelta a la calma con estiramientos.

Fuente de imagen: cvelparque.es

              6.2.3.2. Bursitis olecraneana

 

Diagnóstico: Inflamación de la bursa olecraneana situada por debajo de la piel del codo con una función protectora.

 

Síntomas: dolor y aumento del volumen

 

Mecanismo de producción: microtraumatismos repetidos por caídas sobre los codos

 

Tratamiento: fisioterapia, aspiración y comprensión

 

Prevención: evitar caídas al suelo sobre el codo y, si se producen, realizarlas con una buena técnica de caída.

Fuente de imagen: salud.uncomo.es

           6.2.4. Muñeca

 

              6.2.4.1. Esguince de muñeca  

 

Diagnóstico: desde una afectación global (ligamentos de la articulación radiocarpiana o mediacarpiana) o localizado (articulación del carpo, o desestabilización lunopiramidal, o escafolunar, o radiocunital interior.

 

Síntomas: dorlor dorsal, sensación de inestabilidad y de resalte (crujido) con ciertos movimientos, limitación de la extensión y tumefacción o inflamación.

 

Mecanismo de producción: caída sobre la palma de la mano con una posición de hiperextendida o bien, por una flexión o torsión violenta.

 

Tratamiento: Aplicar frio (hielo) en las horas siguientes a la lesión, inmovilizar la zona y colocar el brazo en alto, para evitar al edema. Es conveniente mover los dedos. A los 10 días aproximadamente realizar masaje drenante, movilización activa y sin resistencia, y cuando disminuya el dolor comenzaremos con ejercicios de potenciación muscular.

 

Prevención: Utiliza un equipo (vendaje) de protección, realizar un calentamiento y luego un estiramiento apropiado y aprender una técnica de caída adecuada.

 

              6.2.4.2. Fractura de muñeca

 

Diagnóstico: desde la Fractura de Colles (evidente deformidad en “dorso de tenedor”, fractura completa del tercio distal del radio), a la Fractura de “tallo verde” (el hueso está roto, pero el periostio está intacto) o a la Fractura en Rodete (conocida también como fractura en “caña de bambú”, el hueso se retuerce o se dobla pero no se quiebra. Estas fracturas ocurren solamente en los niños, ya que sus huesos son más flexibles que los de los adultos).

 

Síntomas: dolor, hinchazón y moretones en la muñeca lesionada; dolor que empeora al agarrar o apretar algo; debilidad y pérdida de la sensación u hormigueo en la mano o muñeca lesionada; dificultad para mover la muñeca, la mano o los dedos; y cambio en la forma de la muñeca

 

Mecanismo de producción: resultado de una caída sobre la mano extendida. También pueden originarse por un golpe directo con un objeto duro. Algunas condiciones médicas, como la osteoporosis (huesos quebradizos), pueden aumentar la probabilidad de que se quiebre la muñeca.

 

Tratamiento: tratamiento conservador (inmovilización con yeso o férula) o más agresivo (cirugía). Dependerá de la estabilidad del foco fractuario y de las posibles secuelas funcionales. Es posible que le administren un medicamento para aliviar el dolor. Es posible también que necesite tomar un antibiótico o darse la vacuna antitetánica si se abrió la piel.

 

Prevención: Utiliza un equipo (vendaje) de protección, realizar un calentamiento y luego un estiramiento apropiado y aprender una técnica de caída adecuada, y evitar los impactos en la mano.

 

           6.2.5. Mano y dedos

 

              6.2.5.1. Esguince de dedo

Diagnóstico: Desde el esguince en la articulación Meta-Carpo-Falángica del pulgar (ligamento lateral interno) hasta el esguince de la interfalángica proximal (separación completa del contacto entre las superficies articulares de la cabeza y la base de dos falanges adyacentes y suele asociarse a roturas capsuloligamentosas. Al realizar el examen físico, se observa un dedo acortado y en extensión, que muestra una deformidad fácilmente detectable.

 

Síntomas: inflamación, coloración de la piel (especialmente equimosis), impotencia funcional para agarrar objetos o realizar tareas cotidianas y rigidez elástica, que se recupera en cuanto se procede a la reducción. (Ortin y Medina, 1994)

 

Mecanismo de producción: en el primer caso puede originarse con una caída sobra la mano con el dedo en abducción o hiperabducción por balonazo. En el segundo caso se suele deber a un golpe directo o bien una hiperextensión forzada del dedo. (Rozas et al, 2007)

Fuente de imagen: ortopediadiagonalmar.es

Tratamiento: la reducción en la atención primaria (APS) se realizará, si no se asocia a fractura ósea, con una tracción del dedo. Se remitirá al traumatólogo si se asocia a una fractura ósea, y cuando tras la reducción queda una articulación inestable. (Rozas et al, 2007). Tras la reducción, se inmovilizará la articulación afectada durante 20 días con una férula digito palmar en semiflexión, para reponer, las estructuras capsuloligamentosas lesionadas. (Romo et al, 2010). Las luxaciones con fractura irreducibles necesitan cirugía. El tratamiento consiste en reducir la falange media y restaurar la superficie articular fracturada, cuyo objetivo es recuperar la mayor movilidad posible de flexión-extensión, del arco de movimiento, semanas después de finalizado el tratamiento, aunque este no se recupera totalmente en todos los pacientes. (Green et al, 1992).

 

Prevención: Utiliza un equipo (vendaje) de protección y evitar los impactos en la mano, sobre todo en los dedos.

 

             

              6.2.5.2. Luxaciones

 

Diagnóstico: las más típicas son la luxación dorsal (la más frecuente de las luxaciones que afectan a esta articulación, produciéndose tras un choque o traumatismo violento en hiperextensión. La falange media se desplaza dorsalmente) y la luxación lateral (producida por un movimiento forzado de inclinación radial o cubital con rotura del ligamento colateral y avulsión al menos parcial de la placa volar. La rotura del ligamento colateral radial es menos frecuente que la del cubital. En ocasiones, se incluye un pequeño fragmento óseo de la inserción distal o proximal). (Quesnot et al, 2010).

 

Síntomas: dolor y rápida inflamación en la zona. Los huesos del dedo al desplazarse se inmovilizan porque no están en su sitio, la piel podría estar cortada, raspada o magullada.

 

Mecanismo de producción: caídas y golpes con objetos, en el deporte con los golpes del balón en la punta de los dedos.

 

Tratamiento: precisarán una tracción y reducción lo más precoz posible, y siempre después de un diagnóstico exacto por un especialista. Después se inmovilizará el dedo lo menos posible (lo necesario para que baje la inflamación). Se usará para la inmovilización una férula o tablilla durante los primeros días, para garantizar que la articulación  está estabilizada y el hinchazón ha desaparecido. Posteriormente se realizarán ejercicios para su recuperación.

 

Prevención: unir el dedo donde has tenido la lesión con el adyacente para no tener recaídas.

 

 

              6.2.5.3. Dedo en martillo

 

Diagnóstico: rotura del extensor común de los dedos a nivel de su inserción en la falange distal.

 

Síntomas: dolor y deformidad en flexión del dedo irreducible activamente.

 

Mecanismo de producción: traumatismo con hiperflexión de la articulación Interfalángica Distal.

 

Tratamiento: precisa tratamiento médico: Férula de Stack o Prior hasta cirugía.

 

Prevención: Utiliza un equipo (vendaje) de protección y evitar los impactos en la mano, sobre todo en los dedos.

 

 

        6.3. Lesiones del miembro inferior

 

           6.3.1. Lesiones musculares

 

Diagnóstico: según su gravedad se clasifican en contractura, calambres musculares y/o DOMS (grado 0), microrrotura fibrilar, y/o elongación (grado I), rotura fibrilar (grado II) y rotura muscular (grado III)

Fuente de imagen: temadeporte.blogspot.com

Síntomas: según la gravedad aparecerán unos síntomas u otros. En las contracturas, calambres musculares y/o agujetas (DOMS) aparece dolor y rigidez muscular asociada a la falta de entrenamiento originado después de la práctica deportiva y que puede extenderse hasta los 2 ó 3 días posteriores. En el caso de las contracturas los síntomas son similares a los de la microrrotura fibrilar, en las cuales aparece un dolor difuso y se puede apreciar un aumento del tono a la palpación y un leve dolor en la contracción contra resistencia y al estiramiento. En las roturas fibrilares y musculares aparece un dolor puntual, un aumento del tono alrededor, signos inflamatorios y dolor con la contracción contra resistencia y estiramiento. Suele aparecer hematoma.

 

Mecanismo de producción: según la forma de originarse las dividimos en extrínsecas, contusión con el oponente o un objeto, y en intrínsecas, aplicación de una fuerza tensionar superior a la resistencia del tejido cuando éste está en contracción activa (contracción excéntrica fundamentalmente).

 

Tratamiento: según la gravedad se realizará un tratamiento u otro. Para las contracturas, calambres musculares y/o agujetas es adecuado el masaje y los estiramientos, la crioterapia justo después de realizar la actividad y los contrastes de agua en los días posteriores. Para las roturas fibrilares y musculares utilizar crioterapia, evitar realizar masaje o cualquier tipo de manipulación y recurrir a fármacos analgésicos.

 

 

Prevención: las últimas técnicas utilizadas por los profesionales del fútbol son la fuerza funcional, la fuerza excéntrica, el equilibrio lumbo-pélvico (CORE), el equilibrio y propiocepción, la amplitud de movimiento y flexibilidad, la pliometría, la coordinación neuromuscular y la correcta carga de entrenamiento. (Da Silva et al, 2014)

 

 

           6.3.2. Pelvis

 

              6.3.2.1. Osteopatía dinámica de pubis, osteítis o pubalgia

 

Diagnóstico: síndrome doloroso de la encrucijada pubiana, dolor referido en la zona del pubis (Gal, 2001)

Síntomas: dolor inguinal o púbico a región de los aductores que aumenta con el ejercicio físico. Se puede presentar en forma de rotura fibrilar de la musculatura abdominal o en la aductora unos meses o semanas antes.

 

Mecanismo de producción: Abducción forzada mientras se realiza aducción del muslo, por ejemplo, en el golpeo del balón o chut. En el inicio del golpeo se parte de una posición de extensión, rotación externa de cadera y flexión de rodilla. Mientras tanto, el miembro contralateral se encuentra en flexión de cadera y aducción. A continuación, para realizar el disparo se pasa a una rotación interna, flexión de cadera, aducción del miembro inferior y extensión de rodilla; a la vez que el miembro contralateral comienza la extensión de la cadera. Por último, la fase de frenado parece marcar el momento clave en la aparición de la lesión. Máxima rotación interna (golpeo con el interior), y máxima aducción, lo que supone una posición de enorme inestabilidad para el miembro inferior. Con todo esto se produce un movimiento asincrónico en aspas de molino con predominio de la tracción inferior (aductores) y máxima tracción a nivel de la sínfisis del pubis.

 

Fuente de imagen: @brais_acebal

hernia inguinal dinámica que pudiera estar generando conflicto de espacio local se realiza una herniorrafia.

 

Prevención: Fortalecimiento de la musculatura del CORE, sobre todo de la pared abdominal, adecuado equilibrio entre esta musculatura y los aductores, estiramientos de los adductores y los isquiotibiales, correcta técnica de carrera y golpeo, sobre todo en la colocación de la pelvis.

Tratamiento: reequilibrio del balance muscular entre la musculatura abdominal y los aductores; favorecer la estabilidad del pubis. Raramente se realiza intervención quirúrgica. Si se trata de una  

Fuente de imagen: @brais_acebal

           6.3.3. Rodilla

 

              6.3.3.1 Esguince de rodilla

 

Diagnóstico: súbito estiramiento o desgarre parcial o total de alguno de los cuatro ligamentos que sujetan la articulación de la rodilla (LLI, LLE, LCA, LCP). Según la gravedad puede ser elongación/distensión (grado I), rotura parcial (grado II) o rotura total (grado III).

 

Síntomas: dolor  continuo, al tratar de caminar y/o al tacto, disminución de la capacidad de movimiento de la articulación y rigidez de la misma, dificultad para caminar, inflamación y enrojecimiento de la zona afectada, hemorragia interna que causa la aparición de un moratón. En caso de rotura aparece una sensación de dislocación e inestabilidad, acompañada de chasquido en el momento de la lesión e inflamación severa de la rodilla en las próximas horas.

 

Mecanismo de producción: LLE: varo forzado asociado o no a rotación interna o mecanismos complejos; LLI: valgo forzado asociado o no  rotación externa; LCA: por contacto (fuerza en valgo o varo), sin contacto (giros con el pie apoyado en rotación y la rodilla muy ligeramente flexionada, 21º aproximadamente); LCP: movimientos bruscos, movimientos combinados (flexión-valgo-rotación externa, flexión-varo-rotación interna, accidentes en hiperextensión)

 

Tratamiento: para las elongaciones o distensiones, aplicar un tratamiento conservador basado la aplicación de hielo, la toma de antiinflamatorios y el uso de una rodillera articulada que mantendrá el ligamento en su sito y controlará los movimientos de la rodilla. Si se ha producido un derrame y el líquido no llega a reabsorberse, puede ser necesario proceder a su extracción mediante una punción. Se

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iniciará el proceso de rehabilitación a los pocos días. Si el esguince es de Grado II, es necesario mantener la rodilla inmovilizada con el fin de que el ligamento pueda cicatrizar convenientemente. Será necesario el uso de muletas y un periodo de fisioterapia después de retirada la escayola. Y por último, si se ha producido rotura total se necesitará un tratamiento quirúrgico (plastia del tendón semitendinoso o rotuliano) y rehabilitación (conseguir el rango de movimiento articular, conseguir niveles de fuerza y masa muscular, trabajo de propiocepción y reeducación del gesto deportivo).

 

Prevención: programas de fortalecimiento de la rodilla, entrenamiento de equilibrio y propiocepción, coordinación neuromuscular entre musculatura agonista y antagonista, terreno de juego en perfecto estado, uso de botas adecuadas de función de la superficie (tacos).

 

          

              6.3.3.2. Meniscopatía

Diagnóstico: daño en la estructura de los meniscos. Pueden ser de cuatro tipos básicos: longitudinal, transversa, horizontal y oblicua. Las lesiones complejas se consideraron como complicación de más de una de las anteriores. (Sánchez et al, 2004)

 

Síntomas: dolor en la interlínea articular femorotibial, derrame articular y  bloqueos de rodilla. Su intensidad dependerá del tamaño y estabilidad de dicha rotura. (Masouros et al, 2008)

 

Mecanismo de producción: mecanismo rotacional de la rodilla cuando el miembro en apoyo se encuentra en semiflexión, lo que explicaría por qué el menisco medial se compromete 5 a 7 veces más que el lateral. Con la rodilla en semiflexión y con apoyo, al producirse la rotación, el reborde del cóndilo femoral apoya directamente sobre el perímetro medial del menisco ejerciendo un cizallamiento, ya que lo somete a dos fuerzas de dirección contraria, mientras que su periferia capsular, que es más extensa que la del menisco lateral, sufre una tracción. La hiperextensión o la hiperflexión también producen lesiones, sobre todo  

de las astas anteriores o posteriores de los meniscos. Así mismo, las posiciones bruscas de la rodilla en varo o valgo suelen causar desgarros meniscales. (Busto et al, 2009)

 

Tratamiento: conservador: potenciar y flexibilizar la musculatura, generalmente usando ejercicios de tipo isométrico y de contracciones excéntricas, focalizando la propioceptividad de la articulación; de la misma manera se emplean medios físicos antiinflamatorios como la termoterapia, ultrasonido, magnetoterapia y electroanalgesia. Quirúrgico: artroscopia (remodelación meniscal, sutura meniscal, trasplante meniscal) y terapia de rehabilitación en el postoperatorio, la cual coadyuva de manera importante a la obtención de buenos resultados (Heckmann et al, 2006).

 

Prevención: programas de fortalecimiento de la rodilla, entrenamiento de equilibrio y propiocepción, coordinación neuromuscular entre musculatura agonista y antagonista, terreno de juego en perfecto estado, uso de botas adecuadas de función de la superficie (tacos).

Fuente de imagen: meds.cl

Fuente de imagen: meds.cl

    6.3.3.3. Osteocondritis disecante de rodilla (ODR)

 

Diagnóstico: afección en la que un fragmento de hueso subcondral y su cartílago articular se separan del hueso suprayacente. Su localización clásica de la ODR es la porción externa del cóndilo femoral interno. Aichroth (1971) ha señalado una distribución del 85% de las lesiones en el cóndilo femoral interno, un 13% en el cóndilo femoral externo y un 2% en la tróclea femoral.

 

Síntomas: vagos y mal localizados. Un dolor de rodilla inespecífico es la forma de presentación más habitual. Las radiografías simples servirán para detectar la lesión. Otra forma de presentación es la de cuerpo libre articular, que provoca bloqueo, inflamación y síntomas mecánicos. A veces la lesión se descubre de forma casual, al realizar unas radiografías por cualquier otro motivo. La exploración física puede constatar dolor, derrame articular, inestabilidad, bloqueo y atrofia muscular (Rodríguez et al, 2002).

 

Mecanismo de producción: trastornos del crecimiento, las anomalías epifisarias, los desequilibrios endocrinológicos, la predisposición familiar, los traumatismos y la necrosis avascular (Schenck y Goodnight, 1996).

 

Tratamiento: El tratamiento a seguir dependerá de si el fragmento es estable o está suelto, de si el fragmento se considera reparable o no, y el estado del cartílago articular próximo a la lesión. Existen las siguientes posibilidades: colocación de una férula (reposo), perforaciones múltiples, fijación o excisión de la lesión y el injerto autólogo osteocondra (De Smet et al, 1996). El tratamiento inicial en el niño debe ser conservador (no quirúrgico), a menos que la lesión sea inestable o exista un cuerpo libre suelto (Birch et al, 2001). Si tras 3 a 6 meses de tratamiento éste fallara, se justificaría la intervención quirúrgica. Las lesiones pequeñas pueden ser extirpadas y perforadas por vía artroscópica, mientras que los defectos grandes pueden necesitar de un raspado a cielo abierto, seguido de reducción y fijación.

 

Prevención: programas de fortalecimiento de la rodilla, entrenamiento de equilibrio y propiocepción, coordinación neuromuscular entre musculatura agonista y antagonista, terreno de juego en perfecto estado, uso de botas adecuadas de función de la superficie (tacos).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

              6.3.3.4. Condromalacia rotuliana o SDFP

 

Diagnóstico: incorrecta alineación de la rótula con respecto al eje mecánico del miembro inferior, en la cual la rótula se desplaza hacia la parte externa y aumenta el contacto en esta parte con el fémur, apareciendo así el dolor por la sensación de presión y compresión.

Síntomas: dolor difuso en la región anterior de la rodilla, suele ser insidioso y lento que se agrava por actividades que aumentan las fuerzas de compresión en la articulación patelofemoral, como subir y bajar escaleras, correr y / o caminar, agacharse, así como permanecer sentado por un período prolongado. (Piazza et al, 2014).

 

Mecanismo de producción: tienen origen multifactorial y esté relacionada con varios factores que conducen a la mala alineación de la rótula (Sutvile et al., 2004), como por ejemplo, debilidad muscular del cuádriceps, sobretodo del Vasto Medial; alteraciones en la biomecánica de las extremidades inferiores (Thijs et al, 2007), destacando la pronación excesiva articulación subastragalina lo que conduce a una sobrecarga biomecánica de la articulación patelofemoral (Venturini et al., 2006). Segun Powers (2003) la parte posterior del pie varo conduce a la pronación excesiva subastragalina con la consiguiente rotación interna excesiva tibial cambiar el vector de fuerza actuando sobre la rótula generando una mayor tensión en los tejidos blandos laterales y puede conducir el dolor patelofemoral.

 

Tratamiento: según varias revisiones citadas en el estudio de Domínguez y López (2010), en la literatura hay discrepancia acerca del tratamiento de esta lesión. En 2001 Brosseau et al tras revisar 85 estudios, concluyen que no hay existencia de efectos beneficiosos clínicamente importantes del ul-   

trasonido en el tratamiento del SDFP. En 2002 D´Hont et al, tras revisar 5 ensayos clínicos con 362 pacientes, concluyen que es inapropiado hacer cualquier recomendación clínica a cerca del uso de órtesis de rodilla y pie para el tratamiento conservador del SDFP. En 2004 Heintjes et al, tras revisar 780 publicaciones, terminan afirmando que a pesar de la utilización generalizada de antiinflamatorios no esteroideos para el SDFP, sólo existen pruebas limitadas de su efectividad para aliviar el dolor, y las pruebas se limitan al corto plazo únicamente. Y por último, En 2003, tras revisar 12 ensayos clínicos de un total de 750 publicaciones, Heintjes et al concluyen que existe evidencia limitada sobre la efectividad del tratamiento con ejercicios para el SDFP. Los ejercicios de cadena cinética abierta y los ejercicios de cadena cinética cerrada son igualmente efectivos. En base a la evidencia limitada de la efectividad, los médicos pueden considerar el tratamiento con ejercicios en el caso de pacientes con SDFP. Este tratamiento va enfocado a equilibrar la musculatura fortaleciendo principalmente el Vasto Interno y Aductores, y descargando o estirando el Tensor de la fascia lata y cintilla iliotibial, el Vasto externo, Bíceps femoral, Poplíteo, Glúteo medio y menor y Psoas.

 

Prevención: Equilibrio en la musculatura del muslo, a nivel intramuscular del cuádriceps en cuanto a sus vastos externos e internos, y a nivel intermuscular entre el cuádriceps y la cadena cinética posterior; y una adecuada técnica en la pisada.

 

 

              6.3.3.5. Osgood-Schlatter

 

Diagnóstico: osteocondrosis o apofisitis que afecta al núcleo de osificación de la tuberosidad tibial en la zona de inserción del tendón rotuliano, principalmente en la edad de crecimiento.

 

Fuente de imagen: fisioterapia-lepe.blogspot.com

Síntomas: dolor en la región de la tuberosidad tibial en cara anterior de la rodilla (aumenta tras esfuerzo deportivo y con la presión local), aumento del volumen local de la tuberosidad tibial, y fragmentación epifisaria de la tuberosidad tibial en algunos casos.

 

Mecanismo de producción: Aún no se conoce la causa exacta de la enfermedad, ya que se han involucrado factores mecánicos, traumáticos y relacionados al crecimiento. La teoría más aceptada es la que describe la apofisitis como una tracción de la tuberosidad tibial en el periodo de crecimiento. Se ha demostrado que los microtraumatismos repetidos sobre la tuberosidad tibial a través de la contracción del cuádriceps y del tendón rotuliano producen pérdida de la continuidad del tendón-hueso con la consecuente fragmentación de la tuberosidad tibial, lo que desencadena un proceso inflamatorio alrededor de ésta. (Galván y Martínes, 2007)

 

Tratamiento: el tratamiento de estos pacientes está dirigido hacia el control de la enfermedad mediante la modificación de la actividad física (reposo relativo deportivo temporal: los movimientos como subir escaleras, flexiones profundas de rodillas o saltos y chut,), el uso de analgésicos-antiinflamatorios no esteroideos y la inmovilización durante  periodos  de dolor intenso  (Galván y Martínez, 2007).  El uso de frío  en la zona      

Fuente de imagen: fixmyfeet.co.za

cuando este la zona irritada, los estiramientos de la musculatura anterior y posterior del muslo, el uso de cincha ortopédica infrarrotuliana de descarga de tensión, las corrientes interferenciales a baja frecuencia y la aplicación de terapia con láser son medidas que ayudan en la recuperación de esta lesión. En casos excepcionales se puede recurrir a la cirugía y realizar perforaciones del núcleo de osificación tibial para mejorar la vascularización. (Pérez y Moro, 2004). En el momento que el dolor cesa, comenzar con un programa de terapia física encaminado a mejorar la elasticidad y fuerza de los cuádriceps, así como de los isquiotibiales.

 

Prevención: aunque es una enfermedad de crecimiento que no se conocen claramente sus causas, es conveniente seguir unos programas de fortalecimiento de la rodilla (cuádriceps e isquiotibiales principalmente) con sus respectivos estiramientos, entrenamiento de equilibrio y propiocepción, coordinación neuromuscular entre musculatura agonista y antagonista, terreno de juego en perfecto estado y uso de botas adecuadas de función de la superficie (tacos).

 

 

 

           6.3.4. Pierna

 

              6.3.4.1. Periostitis tibial

 

Diagnóstico: dolor en la región posteromedial de la tibia, procedente de la inflamación aguda o crónica del periostio, en concreto a dos tercios distales, provocado por estrés con el ejercicio (Moen et al, 2010).

Síntomas: dolor en la cara antero interna de la pierna que aparece al iniciar la actividad física y que disminuye después de un corto período de calentamiento, pero que vuelve a aparecer y con más intensidad cuando se lleva un tiempo practicando ejercicio.

 

Mecanismo de producción: Actualmente, se cree que la periostitis tibial es una lesión por sobrecarga ósea, es decir, la tibia se curva durante las actividades en las que se carga peso, lo que provoca tensión y deformación de esta, generando una tracción sobre la tibia. (Gaeta et al, 2006). Algunos de los factores o mecanismos concretos que favorecen esta lesión son los siguientes. Las vibraciones causadas por los entrenamientos repetitivos, por el impacto del pie en el suelo, sobre terrenos duros y a veces coincidiendo con la utilización de zapatillas inadecuadas o demasiado gastadas. Las tracciones excesivas sobre las zonas de inserción de los músculos sobre el periostio, teniendo como origen las rigideces musculares  o los apoyos incorrectos. La excesiva rotación de la cadera, una torsión tibial externa aumentada, la hiperpronación o una eversión exagerada del talón (durante la fase de apoyo plantar), valgo del retropié. Los traumatismos repetitivos directamente sobre el periostio en la cara anterior de la tibia. Y por último el uso de zapatillas inadecuadas o deficiencias biomecánicas en la pisada.

 

Tratamiento: según la literatura, los estudios que examinan el uso de ortesis tibiales (Allen et al, 2004), medias compresivas y ejercicios de estiramiento y fortalecimiento (Moen et al, 2012) no demuestran tener un efecto adicional en el tratamiento de la periostitis tibial. Por el contrario, hay estudios que sugieren que la fonoforesis (Wandashisha, 2010), el laser de baja intensidad (Wandashisha, 2010) y el uso de ondas de choque (Rompe et al, 2010) son tratamientos efectivos y beneficiosos.

Fuente de imagen: juaneduardohv.wordpress.com

Prevención: evitar traumatismos en la zona tibial, realizar un calentamiento progresivo, controlar la carga de entrenamiento y utilizar un calzado adecuado asi como una correcta técnica de pisada.

 

 

 

           6.3.5. Tobillo

 

              6.3.5.1. Esguince de tobillo

Diagnóstico: distensión (grado I), rotura parcial (grado II) o rotura total (grado II) de uno o más ligamentos que estabilizan la articulación del tobillo.

 

Síntomas: dolor intenso, inflamación de la zona afectada, aparición de hematomas, calor local y alteración de la sensibilidad localizada en la zona del ligamento/os lesionado/os.

 

Mecanismo de producción: normalmente el esguince de tobillo es una lesión que se produce de manera fortuita por un mal movimiento o un accidente a la hora de hacer la pisada en el suelo. La esencia del esguince de tobillo es el estiramiento del ligamento por encima de su límite de elasticidad, lo que provoca su distensión, desgarro o rotura, según la violencia con la que se sobrepase ese límite.

 

Tratamiento: En primer lugar es importante realizar reposo y elevación de la articulación dañada. A continuación realizar trabajo de fisioterapia (crioterapia, compresión, ultrasonidos, drenajes, acupuntura). En los casos más graves puede necesitarse tratamiento quirúrgico. En el momento que la inflamación o el dolor no existan o sean mínimos, se puede comenzar con el trabajo de rehabilitación, comenzando con ejercicios de movilidad articular y fortalecimiento isométrico, para pasar posteriormente al trabajo de fuerza en concéntrico,  ejercicios de propiocepción en situaciones inestables y reeducación del gesto deportivo.

 

Prevención: programas de fortalecimiento del tobillo, entrenamiento de equilibrio y propiocepción, terreno de juego en perfecto estado, uso de botas adecuadas de función de la superficie (tacos), adecuada técnica de pisada y correcto calentamiento antes de la práctica deportiva con ejercicios específicos del tobillo.

              6.3.5.2. Fracturas

 

Diagnóstico: quebradura parcial o completa de uno varios de los huesos del tobillo. Suelen afectar a los extremos lejanos o distales de la tibia (maleolo medial), del peroné (maleolo lateral) o ambos huesos. (Pinzur y Villas, 2014).

 

Síntomas: dolor en el lugar de la fractura, que se puede extender desde el pie a la rodilla; hinchazón que puede aparecer a lo largo de la pierna o estar más localizada en el tobillo; pueden aparecer ampollas sobre la zona fracturada; aparición de hematomas, disminución de la funcionalidad al caminar; huesos que sobresalen a través de la piel.

 

Mecanismo de producción: indirectos (traumatismo por torsión, en varo o valgo, que dan lugar a las fracturas maleolares de tibial y peroneo; y traumatismos por compresión axial, como las fracturas del pilón tibial o las fracturas del calcáneo), o directos (traumatismos).

 

Tratamiento: elevación y colocación de frio, reducción anatómica, entablillado, reposo, inmovilización con yeso/bota ortopédica y cirugía.

 

Prevención: programas de fortalecimiento del tobillo, entrenamiento de equilibrio y propiocepción, terreno de juego en perfecto estado, uso de botas adecuadas de función de la superficie (tacos), adecuada técnica de pisada y correcto calentamiento antes de la práctica deportiva con ejercicios específicos del tobillo.

 

 

 

              6.3.5.3. Tobillo del futbolista o pinzamiento anterior

 

Diagnóstico: formación de un osteofito en la cápsula anterior de la articulación tibioastragalina producida por flexiones plantares repetidas

Síntomas: dolor en la cara anterior del tobillo que se agudiza cuando golpea con el empeine el balón o en los momentos de aceleración o parada brusca durante la carrera. El médico despierta el dolor al flexionar o extender el tobillo y en ocasiones se aprecia una sensación de crujido articular.

Mecanismo de producción: En el momento de golpear al balón, la flexión plantar forzada del pie provoca una tensión de la parte anterior de la cápsula articular. Estas tracciones repetidas sobre la inserción de la cápsula producen inflamación, dolorosa y, en ocasiones, pequeños arrancamientos óseos con la aparición de espolones óseos (osteofitos) y disminución de la movilidad del tobillo.

Tratamiento: fisioterapia que permita estirar la cápsula articular para mantener el movimiento, añadiendo una medicación anti-inflamatoria si existe derrame. Algunos autores aconsejan efectuar un vendaje funcional durante la práctica deportiva para limitar los movimientos del tobillo en sus grados extremos y evitar el choque entre las superficies articulares. Cuando el cuadro doloroso se hace intolerable, no responde a los analgésicos o cuando la limitación en la movilidad del tobillo es evidente, se aconseja la extirpación de los osteofitos. Este gesto se realiza con métodos artroscópicos que a la menor agresión y morbilidad, añaden la posibilidad de ver y lavar el interior de la articulación y conseguir mayor alivio del dolor.

Prevención: En fases tempranas cuando solo existe una sobrecarga del tobillo, con dolor en su parte anterior, se debería de actuar descomprimiendo la articulación, liberando el exceso de presión y así impidiendo la reacción formadora de hueso, que a la larga conduce a la formación del osteofito.

 

 

 

              6.3.5.4. Tenosinovitis

 

Diagnóstico: inflamación del revestimiento de la vaina que rodea al tendón, el cordón que une el músculo con el hueso. Las muñecas, las manos y los pies resultan frecuentemente afectados, debido a que los tendones son largos a lo largo de estas articulaciones. Sin embargo, la afección puede presentarse con cualquier vaina tendinosa.

 

Síntomas: dificultad para mover una articulación. Inflamación articular en el área afectada. Dolor y sensibilidad alrededor de la articulación, especialmente en la muñeca, el tobillo, el pie o la mano. Dolor al mover una articulación. Enrojecimiento a lo largo del tendón.

 

Mecanismo de producción: movimientos excesivos repetitivos, sobrecargas en el tendón, enfermedades que causan inflamación, infecciones, una inadecuada higiene postural o una incorrecta técnica deportiva.

 

Tratamiento: el objetivo del tratamiento es aliviar el dolor y reducir la inflamación. Descansar o mantener quietos los tendones afectados es esencial para la recuperación. Se puede necesitar el uso de una férula o un aparato ortopédico removible para ayudar a mantener los tendones inmóviles. Asimismo, la aplicación de frío en el área afectada debe ayudar a reducir el dolor y la inflamación. Los antiinflamatorios no esteroides (AINE), como el ibuprofeno, pueden aliviar el dolor y reducir la inflamación. Igualmente, las inyecciones locales de corticosteroides pueden ser de utilidad. Algunos pacientes requieren una cirugía para aliviar la inflamación que rodea el tendón, pero esto no es común. Una vez recuperado realizar ejercicios de fortalecimiento usando los músculos que rodean el tendón afectado con el fin de ayudar a prevenir la reaparición de la lesión.

 

Prevención: evitar los movimientos repetitivos o ejercicios que sobrecarguen excesivamente los tendones, fortalecer la musculatura cercana con ejercicios excéntricos, realizar un calentamiento adecuado al igual que unos correctos estiramientos en la vuelta a la calma.

 

 

 

              6.3.5.5. Tendinopatía aquilea

 

Diagnóstico: Se denomina tendinopatía aquílea crónica de la porción media del tendón de Aquiles a la entidad clínica que cursa con dolor en la zona intermedia del tendón (correspondiente a la parte del tendón localizada a 2-6 cm por encima de su inserción distal en la tuberosidad calcánea posterior), engrosamiento de la misma y rigidez matutina de más de 3 meses de duración. (Alfredson y Lorentzon, 2000)

 

Síntomas: dolor en la zona del tendón de Aquiles que al principio aparece con la actividad física pero con el tiempo puede incluso producirse con la marcha normal e impedir la práctica deportiva (Gu et al, 2008). En ocasiones puede distinguirse un nódulo palpable en la porción media del tendón y también, a veces, se limita el recorrido de flexión dorsal del tobillo y disminuye la fuerza y la resistencia de los flexores plantares (Silbernagel et al, 2001). En la ecografía se pueden observar, generalmente, alteraciones consistentes en engrosamiento del tendón, con áreas hipoecogénicas en su interior, aumento de la vascularización y desorganización del patrón fibrilar normal. En esos casos en la resonancia magnética (RM) también suele apreciarse engrosamiento tendinoso, con aumento de la intensidad de señal intratendinosa (Alfredson y Lorentzon, 2000).

 

Mecanismo de producción: En los casos crónicos se han invocado factores como edad avanzada, sobrecarga deportiva o errores de entrenamiento (fuerzas de tensión que superan su extensibilidad fisiológica produciéndose daños tisulares), exceso de pronación del pie, lesiones previas, afecciones reumáticas inflamatorias, hipercolesterolemia, alteraciones cinemáticas en la rodilla y disminución de la actividad muscular 27. (Leung y Griffith, 2008)

 

Tratamiento: farmacológicos (por vía oral y/o localmente), reposo relativo y/o modificación de la actividad, ortesis, crioterapia, electroterapia (ultrasonidos, láser de baja intensidad, ondas de choque extracorpóreas...), terapias manuales y programas de ejercicios (de estiramiento y/o de fortalecimiento). Clásicamente la recomendación más habitual ha sido indicar en las fases iniciales ejercicios de estiramiento junto a otras terapias con finalidad analgésica (Paavola y Kannus, 2000) y, cuando el dolor mejoraba, se añadían ejercicios de fortalecimiento, habitualmente concéntricos (Flórez et al, 2003). Los programas de entrenamiento excéntrico han supuesto, en los últimos años, el cambio más relevante en el tratamiento de las formas crónicas de esta entidad clínica ya que parecen reducir el dolor y mejorar la fuerza muscular. La cirugía queda reservada para casos rebeldes, donde haya fracasado el tratamiento no quirúrgico realizado durante al menos 6 meses, o para pacientes con importante limitación funcional (Alfredson y Lorentzon, 2000).

 

Prevención: programas de fortalecimiento (excéntricos) y estiramientos, especialmente en sóleo y gemelos, pero atendiendo también a toda la musculatura de la pierna para no sufrir desequilibrios musculares, ejercicios de propiocepción, terreno de juego en perfecto estado, uso de botas adecuadas de función de la superficie (tacos), adecuada técnica de pisada y correcto calentamiento antes de la práctica deportiva con ejercicios específicos del tobillo.

 

 

 

           6.3.6. Pie

 

              6.3.6.1. Fractura por estrés

 

Diagnóstico: fractura ósea parcial o completa que resulta de la aplicación de un estrés repetido (microtrauma) menor que el estrés requerido para fracturar el hueso con una carga simple (trauma). Tienen alto riesgo de sufrir esta lesión la Tibia (cortical anterior y maléolo tibial), el Astrágalo, el Escafoides tarsiano, el 5º Metatarsiano (metáfisis), el 2º  Metatarsiano (base) y el Sesamoideos. (Torrengo et al, 2010).

 

Síntomas: dolor óseo localizado en etapas iniciales difuso de naturaleza mecánica y cuya intensidad se acrecienta si el esfuerzo se reanuda, conduciendo a una autentica impotencia funcional.  Detectable en huesos superficiales por medio de la palpación y de la percusión ósea con el martillo de reflejos.

 

Mecanismo de producción: Factores extrínsecos: incremento abrupto de la duración; intensidad o frecuencia de la actividad; inadecuado período de descanso entre los estímulos; no respetar una etapa de adaptación gradual a las cargas en la vuelta a la actividad; cambios bruscos en la superficie de realización de la actividad (el paso a superficies más duras) y cambios en los gestos deportivos. Factores intrínsecos: isquemia tisular, comprensión capilar repetida, defectos de alineación de los miembros inferiores; alteraciones posturales y del apoyo; desbalances musculares; patologías clínicas metabólicas y triada femenina (alteraciones menstruales, alteraciones alimentarias y deficiencia mineral ósea) (Torrengo et al, 2010).

 

Tratamiento: Fase I: dar tiempo al proceso biológico regenerativo por parte principalmente del periostio y de los vasos, ya que a mayor grado de su vascularización mayor potencia osteoformadora. Uso de escayola o férulas neumáticas para reducir la carga anómala en la fractura, masajes con hielo o baños de contrastes, estimulación eléctrica transcutánea,  corrientes de alta frecuencia y ondas de choque. La litotripcia extracorpórea con ondas de choque disminuye el tiempo de recuperación, las recidivas y el dolor durante el periodo de recuperación en fracturas por estrés en atletas de alto rendimiento (Herrera et al, 2005). Fase II: aplicar soportes plantares adecuados para evitar las alteraciones biomecánicas del pie. Continuar con la aplicación del hielo y corrientes de alta frecuencia después de los ejercicios. Fase III: programa de ejercicios con fases de reposo con el fin de consolidar la fractura y favorecer el remodelado óseo.

 

Prevención: Utilizar calzado adecuado, evitar el sobreentrenamiento, evitar cambios bruscos de superficies, mejorar la técnica deportiva, fortalecer y tener un buen equilibrio muscular y una adecuada alimentación.

 

 

 

              6.3.6.2. Fascitis plantar

 

Diagnóstico: inflamación aguda de la aponeurosis o fascia plantar, que limita la función por el dolor en la parte inferior del talón. Se sugiere que representa un tipo de “codo de tenista” en el talón, causada por microtraumas repetidos en el punto de inserción. (Karagounis et al, 2011).

Síntomas: Dolor en la planta del pie y la parte inferior del talón, concretamente en la prominencia anteromedial del calcáneo. Suele ser más intenso en los primeros al comienzo de la actividad, luego tiende a disminuir, pero no llega a desaparecer y es aumentado con largos periodos en bipedestación, caminando o de ejercicio (sobre todo en superficies duras) y con actividades que requieran cargar pesos. El dolor se incrementa con la flexión dorsal forzada del pie y de los dedos, con la extensión de la rodilla (por el aumento de tensión en la aponeurosis plantar), al subir escaleras, al caminar descalzo y/o sobre las puntas de los dedos. El dolor asociado a la FP puede ser descrito como palpitante, agudo o punzante. (Digiovanni et al, 2011)

 

Mecanismo de producción: se considera que es un proceso autolimitante, aunque de larga evolución, causada por microtraumas repetidos en el lugar de inserción de la fascia plantar en el talón, produciéndose una degeneración del colágeno en la zona de origen de la fascia (tubérculo medial del calcáneo) (James et al, 2011).

Fuente de imagen: cronicajalisco.com

Tratamiento: Estiramientos de tríceps sural (gastronemios y sóleo - tendón de Aquiles) y específicos de la fascia plantar para aumentar la longitud, extensibilidad y optimizar la tensión de los tejidos blandos afectos, modificando sus propiedades mediante efectos mecánicos y neurológicos. (Kavros, 2005). Terapia de Puntos Gatillo Miofasciales para disminuir la rigidez plantar. Ejercicios de fortalecimiento concéntrico de los músculos flexores plantares del pie, músculo tibial anterior y de la musculatura intrínseca del pie (enrollar una toalla con los dedos, recoger canicas, monedas etc.). (Cole et al, 2005). Reposo relativo, evitando sobrecarga mecánica y actividades que agraven el dolor. Uso de plantillas adaptadas por un especialista. Reducir el peso corporal.  Aplicar hielo después del ejercicio (Lafuente et al, 2007). Fisioterapia: Terapia ultrasónica (Chien-Tsung et al, 2012), acupuntura (Kumnerddee y Pattapong, 2012), ondas de choque e infiltraciones con corticoides. En último caso cirugía (Lafuente et al, 2007).

 

Prevención: programas de fortalecimiento y estiramientos de la musculatura de la pierna y pie, terreno de juego en perfecto estado, uso de botas adecuadas de función de la superficie (tacos) y ajustadas al pie (mediante plantillas en caso necesario) y adecuada técnica de pisada.

              6.3.6.2. Enfermedad de Séver

 

Diagnóstico: inflamación dolorosa del cartílago de crecimiento del talón. También denominada Apofisitis de calcáneo.

Síntomas: dolor de intensidad variable en uno o ambos talones, en especial después de hacer ejercicios. El dolor suele ceder con reposo, y habitualmente puede dejar resentida la zona por algunos días después de la práctica deportiva.

 

Mecanismo de producción: En edades entre 9 y 13 años un porcentaje importante del calcáneo (hueso del talón) se ha osificado, sin embargo, la parte posterior, que está en contacto con el suelo, aun presenta un cartílago de crecimiento de tamaño considerable (más blando y elástico). Aun cuando a estas edades los niños van aumentando de estatura y envergadura, sus huesos siguen siendo “de niños”, provocando sobrecarga en los tejidos más débiles. Además del impacto contra el suelo, la apófisis (cartílago) está sujeta a la constante tracción por el Tendón de Aquiles. Otras teorías complementarias, postulan una posible alteración en la irrigación sanguínea de la apófisis del calcáneo.

 

Tratamiento: El tratamiento es netamente sintomático. No existe una cura para esta condición, a excepción del término del desarrollo del calcáneo. Mientras ocurre este proceso, se pueden realizar las siguientes medidas: aplicar hielo local después de hacer deportes, uso de calzado con amortiguación del talón, taloneras de gel, antiinflamatorios, reposo deportivo, en casos muy extremos puede recomendarse la inmovilización transitoria.

Fuente de imagen: damas17podologia.es

Prevención: evitar la obesidad, utilizar calzado adecuado, evitar el sobreentrenamiento, evitar cambios bruscos de superficies.

 

 

 

 

 

 

     7. Análisis de un caso. Rotura muscular en Bíceps Femoral

 

        7.1. Definición

La rotura muscular se define como el complejo de alteraciones anatómicas y funcionales, causado por un aumento imprevisto y violento de la tensión fisiológica de la fibra muscular (normalmente durante una contracción excéntrica, en la que el músculo se contrae pero la fuerza externa le obliga a estirarse), que vence su resistencia elástica y provoca su ruptura. Esta ruptura afecta a todo el grosor del músculo y la fascia, y se manifiesta con la aparición de dolor sincopal y chasquido característico. Además, se observa la depresión de la zona que ha sufrido la ruptura, produciéndose el signo del “hachazo” y la retracción del vientre del músculo roto, formando una herniación muscular por encima del “hachazo”. La incapacidad funcional es instantánea y duradera e impide la realización de cualquier ejercicio. (Jiménez et al, 2010)

 

La exploración ultrasónica permite observar imágenes donde el músculo aparece retraído e hiperecogénico, con la presencia de un gran hematoma muscular (ver imagen). En el interior del músculo roto, aparecen esfacelos que dan el aspecto de un badajo de campana (Jiménez et al, 2010). El estudio dinámico y las maniobras de compresión, permiten demostrar la movilidad del cabo muscular roto, así como el carácter flotante de los esfacelos y restos de fibrina, que sobrenadan en el interior de la colección hemática. Con este examen se demuestra además una completa pérdida de función del músculo roto (Lee y Healy, 2004)

Fuente de imagen: Jiménez et al, 2010

        7.2. Anatomía

 

 

El Bíceps femoral es un músculo que se encuentra en la zona posterior del muslo, el más lateral de los músculos Isquiosurales.

Está situado en el plano superficial y en el plano profundo ya que está formado por 2 porciones y por tanto tiene 2 orígenes (porción larga, en la tuberosidad isquiática por medio de un tendón común con el semitendinoso; y porción corta, en el lado externo de la línea áspera), y una única inserción, en la cabeza del peroné.

 

Su función está relacionada con 3 movimientos muy importantes, la rotación externa de la rodilla, la extensión de la cadera y la flexión de la rodilla.

Fuente de imagen: osteopatiamadrid.com

        7.3. Incidencia lesional en el fútbol

 

Dentro de las lesiones musculares, los músculos que mayor incidencia tienen son los isquiotibiales. Según Hawkins (1999) se produjeron 27,7 lesiones por cada 1000 horas de competición en dichos músculos, en un estudio sobre cuatro equipos del fútbol inglés. Arnason (2004) encontró una incidencia de lesión similar (24,6 lesiones / 1000 horas de competición) en 306 jugadores de fútbol en Islandia. Walden (2005) observó 30,5 lesiones / 1.000 horas de competición en 266 jugadores de once equipos de la élite europea. Recientemente, Hagglund (2013) informó que el 42% de las lesiones que afectaron a los miembros inferiores de 26 equipos europeos  entre 2001 y 2010 fueron las lesiones de isquiotibiales, y que fue más frecuente en el miembro inferior dominante (D). Según Woods et al. (2004) y Ekstrand et al. (2011) de todas las lesiones producidas en un equipo de fútbol, el 12% se producen en los músculos isquiotibiales y constituyen un promedio de cinco lesiones por temporada. Entre todos ellos, el Bíceps Femoral es el de mayor incidencia (Heiderscheit et al., 2010; Goldman y Jones, 2011), como también aseguró Mallo et al. 2011, diciendo que se producen 1,0 lesiones en estos músculos por cada 1000 horas.

Fuente de imagen: albertartasona.es

1.4. Mecanismos de producción y  factores de riesgo

 

Este grupo muscular tiene la capacidad de generar grandes niveles de fuerza, lo que tiene una gran repercusión en situaciones deportivas que impliquen acciones a alta intensidad: aceleraciones, saltos, cambios de dirección (De Hoyo et al, 2013). Varios autores han estudiado las elongaciones y las fuerzas internas de los músculos Isquiosurales durante un sprint mediante la metodología del Análisis Dinámico Inverso (Schache et al, 2013; Chumanov et al, 2007, 2011, 2012; Drezner, 2003; Thelen et al, 2005; Yu et al, 2008), demostrando que la máxima tensión se alcanza al final de la fase de balanceo e inicio de la fase de apoyo, donde el músculo se contrae excéntricamente para frenar la flexión de la cadera y la extensión de rodilla (Chumanov, 2011). Woods (2004) encontró que el 57% de las lesiones de Isquiosurales se producen durante esta fase de la carrera, lo que puede justificar en gran medida la prevalencia de esta lesión en futbolistas, debido al elevado número de este tipo de acciones a lo largo de un partido, una cada dos minutos de media por jugador (Waldron y Murphy, 2013). El mayor estiramiento músculo-tendinoso se produce sobre el Bíceps Femoral (Thelen et al, 2005), lo que puede originar que éste sea el músculo de mayor tendencia a lesionarse (Askling et al, 2007).

Fuente de imagen:Relación entre la tensión soportada en el Bíceps Femoral y la fase de la carrera.

Fuente de imagen: De Hoyo et al, 2013

Centrándonos en el momento crítico de lesión en un sprint, mencionado anteriormente, Navarro et al (2015) explican, mediante un modelo mecánico, por qué se produce la lesión en uno de los músculos Isquiosurales, en concreto en el Bíceps Femoral. Para ello, observemos la figura y las fuerzas representadas en él.

Fib: Fuerza interna en el Bíceps Femoral

Fst: Fuerza del Semitendinoso

Fsm: Fuerza del Semimembranoso

Fgm: Fuerza del Glúteo Mayor

Fc: Fuerza del Cuádriceps

Fj: Fuerza articular en la Tibia

Ff: Límite de fallo mecánico

El modelo mecánico se resume mediante las siguientes ecuaciones:

 

                                                        Fib + (Fst + Fsm + Fgm) – (Fc + Fj) > 0     -->   Fib < Ff = No lesión

 

                                                        Fib + (Fst + Fsm + Fgm) – (Fc + Fj) < 0     -->   Fib > Ff = Sí lesión

 

La primera ecuación indica que si la fuerza total aplicada en el BF, resultante de la suma vectorial de la fuerza muscular del propio BF, junto con las fuerzas de los otros tres músculos que intervienen en el acortamiento del mismo (semitendinoso, semimembranoso y glúteo medio), y de aquellas que lo hacen en sentido contrario tratando de estirarlo (cuádriceps y fuerza articular) es mayor que 0, no se produce lesión. Esto es debido a que la Fuerza interna en el BF es mayor a la fuerza de resistencia a la rotura de la fibra muscular. Por el contrario, si la fuerza total en el BF es menor que 0, la fuerza interna en el BF es menor a la fuerza de resistencia a la rotura y se produce la lesión.

 

Varios autores han demostrado mediante estudios de carácter prospectivos con futbolistas que haber sufrido una lesión previamente aumenta el riesgo de lesión (Árnason et al, 2004; Hagglund, 2013). Otros estudios de carácter retrospectivo (Opar, 2013, Lee, 2009, Askling, 2010), mediante la comparación de jugadores con y sin lesiones previas, concluyen que después de haber tenido la lesión disminuye la fuerza excéntrica de los Isquiosurales, la longitud de los isquiosurales a la que se produce la máxima fuerza excéntrica, el ratio Isquiosurales:Cuadriceps (I:C) y la flexibilidad. Además, la cicatriz que se forma durante la recuperación puede producir un aumento de rigidez de la fibra a ese nivel y, por tanto, menor capacidad para deformarse (Orchard, 2002)

 

Con el modelo anterior, Navarro et al (2015) explican cómo afectan estos factores de riesgo en el mecanismo de lesión, siguiendo con el ejemplo del BF:

 

     Disminución del umbral de rotura por haber tenido una lesión previa. Si la cicatriz que se forma después de la lesión ocasiona que el umbral de rotura (Ff) en esa zona sea menor que en el resto del músculo, es más fácil que la fuerza interna (Fib) que soporta el músculo sobrepase dicho umbral, y se produzca la lesión.

 

      Falta de fuerza excéntrica. Cuando un futbolista está esprintando, la velocidad angular de extensión de la rodilla es muy grande, siendo necesaria mayor fuerza de los Isquiosurales para frenarla. Si los Isquiosurales, por falta de fuerza excéntrica, no consiguen frenar lo suficiente la velocidad de la pierna, el músculo se elonga más de lo deseado aumentado la tensión musculo-tendinosa y, por tanto, el riesgo de lesión. (Lee, 2009, Opar, 2013)

 

     Falta de flexibilidad. Varios autores han relacionado la falta de flexibilidad y el riesgo de lesión. (Witvrouw, 2003, Arnasson, 2004, Henderson, 2010, Engebretsen, 2010, Askling, 2010, Fousekis, 2011). Witvrouw (2003), en un estudio de seguimiento sobre 146 jugadores de la liga belga, encontró que el grupo de jugadores que se lesionaron tenían menor flexibilidad. Cuando la flexibilidad es baja debida a una falta de elasticidad del músculo, su rigidez aumenta, lo que supone que las tensiones internas elásticas sean mayores a elongaciones más pequeñas. Este hecho pone de manifiesto por qué las roturas se producen cerca de la unión entre el músculo y el tendón, especialmente en la parte proximal del bíceps (Heiderscheit, 2010), porción del músculo que actúa en las dos articulaciones.

 

     Falta de sincronización de la musculatura lumbopélvica. La función del glúteo mayor y de los Isquiosurales está influida por la posición de la pelvis (Kapandji, 1977). Si se produce una anteversión de la pelvis, bien por una falta de tono abdominal o por un acortamiento del psoas iliaco, se reduce la fuerza del glúteo mayor, lo que conlleva a un exceso de elongación de los Isquiosurales. Una activación de los abdominales durante la fase de balanceo de la carrera reduce la anteversión de la pelvis y previene de un exceso de tensión en los Isquiosurales (Oh, et al. 2007, Kuszewski et al., 2009, Frank, et al. 2009, Mendiguchia et al. 2012). En definitiva, una apropiada sincronización entre los músculos Isquiosurales, el glúteo mayor y los abdominales puede prevenir la lesión muscular de los Isquiosurales.

 

     Insuficiente Ratio Isquiosurales:Cuádriceps. Si las fuerzas extensoras de la pierna (cuádriceps y fuerzas articulares) son muy elevadas, la fuerza de los Isquiosurales tiene que aumentar para conseguir frenar la pierna. Cuando esto ocurre, el riesgo de que la fuerza muscular de los Isquiosurales sobrepase el límite de rotura es mayor, aumentando el riesgo de lesión (Croisier, 2004; Lee, 2009; Sugiura et al, 2008). La literatura estable un ratio óptimo de 0,8 (Cooms y Garbutt, 2002; Croisier et al, 2008). Recientemente han aparecido nuevas alternativas para sustituir o servir de apoyo a este método utilizado hasta el momento, como es la Electromiografía de Superficie (Navarro et al, 2015).

Fuente de imagen: kinesiologiaula.wordpress.com

        7.5. Tratamiento

 

En este apartado expondremos un ejemplo de protocolo de tratamiento llevado a cabo en un jugador lesionado de Bíceps Femoral.

 

Primera fase o fase de aproximación (primeros 5 días aprox.):

 

  • Inmovilización. Prevenir futuras retracciones de la rotura y hacer más pequeño el hematoma.

  • Crioterapia. Para hacer más pequeño el hematoma, disminuir la inflamación y acelerar la reparación.

  • Comprensión. Parece que tiene un efecto antiinflamatorio muy potente.

  • Elevación.

  • Electroterapia y masaje de tipo drenaje.

  • Se puede realizar trabajo de fuerza del tren superior sin involucrar la musculatura lesionada

 

Combinar la compresión y la crioterapia repitiendo intervalos de 15 a 20 min (el tiempo depende del tamaño del músculo) de duración cada 3 o 4 h aproximadamente. Tener mucho cuidado con la aplicación de la crioterapia, con respecto a los intervalos propuestos, y controlar la susceptibilidad individual, para evitar lesiones cutáneas.

 

Segunda fase o fase de orientación (del día 6 al 12 aprox.)

 

  • Fisioterapia:

    • Electroterapia de efecto analgésico y descontracturante para favorecer la refuncionalización muscular.

    • Temperatura: ultrasonido (se aconseja hacerlo con estiramiento sin pasar el punto de dolor), hipertermia (hay que tener en cuenta la profundidad de la lesión y por lo tanto es muy importante el estudio ecográfico previo) o diatermia.

    • Inicio de isométricos manuales

    • Crioterapia al final de la semana

 

  • Activación muscular. Es muy importante la movilización precoz y progresiva,  empezando a hacer los ejercicios siguientes gradualmente, teniendo en cuenta el grado de tolerancia al dolor. Se puede añadir electroestimulación externa a los ejercicios de fuerza:

    • del día 6 al 9 aprox.: Ejercicios isométricos de forma progresiva y teniendo en cuenta que tienen que ser de intensidad máxima hasta llegar a la aparición de dolor (molestia). También será importante usar progresivamente diferentes amplitudes y realizarlos en diferentes posiciones y ángulos. El protocolo que proponemos con esta guía es realizar los ejercicios isométricos en 3 amplitudes diferentes y con una pauta de tiempo que se puede empezar con 6 s de contracción y 2 s de relajación.

    • del día 10 al 12 aprox.: Ejercicios concéntricos (controlados y con cargas bajas 30-50% RM) y trabajo de propiocepción bipodales inestables controlados

 

  • Estiramientos. El estiramiento del músculo en esta fase tiene que ser sin dolor, siguiendo la premisa de molestia soportable. Aconsejamos iniciar con pautas de 12 s de estiramiento y 12 s de reposo. El estiramiento de menos riesgo y aconsejable es el estiramiento activo por el método de la contracción activa de los músculos antagonistas en rotación axial, para estirar el músculo lesionado y mejorarle las condiciones viscoelásticas y disminuir el riesgo de padecer cicatrices fibrosas y re-lesiones.

 

  • Trabajo complementario.

    • Trabajo sobre la estabilización y movilización de la cintura lumbopélvica o core, sin involucrar la musculatura lesionada.

    • Ejercicios de fuerza de tren superior utilizando la fuerza resistencia (50% RM)

 

  • Mantenimiento cardiovascular en forma de capacidad aeróbica:

    • del día 6 al 9 aprox.: bicicleta estática

    • del día 10 al 12 aprox.: elíptica, o caminar (dentro o fuera del agua)

 

Tercera fase o fase de pre-optimización (del día 13 al 21 aprox.)

 

  • Fisioterapia:

    • Electroterapia de efecto analgésico y descontracturante para favorecer la refuncionalización muscular.

    • Temperatura: ultrasonido (se aconseja hacerlo con estiramiento sin pasar el punto de dolor) y diatermina.

    • Seguir con isométricos manuales

    • Crioterapia al final de la semana

 

  • Activación muscular.

    • del día 13 al 16 aprox.: Ejercicios concéntricos con carga media (50-60% RM). Comenzar con trabajo de propiocepción monopodal inestables variado y seguir hasta el final de la recuperación. Empezar además con ejercicios en campo para trabajar las habilidades básicas: correr, desplazamientos en diferentes direcciones y pliometría de bajo impacto

    • del día 17 al 21 aprox.: Ejercicios concéntricos con carga media (50-60% RM) y comenzar con excéntricos controlados. Continuar con los ejercicios en campo de habilidades básicas: correr, desplazamientos en diferentes direcciones y pliometría de medio impacto. Se puede introducir acciones técnicas básicas de fútbol: control, conducción y pase muy corto y suave.

 

  • Estiramientos. Continuar con los estiramientos del músculo sin dolor, siguiendo la premisa de molestia soportable.

 

  • Trabajo complementario.

    • Trabajo sobre la estabilización y movilización de la cintura lumbopélvica o core, pudiendo involucrar a la musculatura lesionada.

    • Aumentar la carga en los ejercicios de fuerza de tren superior (60-80% RM).

 

  • Mantenimiento cardiovascular en forma de potencia aeróbica:

    • del día 6 al 9 aprox.: intervalos extensivos en bicicleta estática

    • del día 10 al 12 aprox.: intervalos extensivos en bicicleta estática

 

Cuarta fase o fase de optimización (a partir de 21 aprox.)

 

  • Fisioterapia:

    • Masoterapia postrabajo cuando sea necesario

    • Crioterapia al final de la semana

 

  • Activación muscular.

    • Ejercicios concéntricos con carga altas (+70% RM) excéntricos. Progresión de las habilidades específicas del fútbol y pliometría de alto impacto.

 

  • Estiramientos. Continuar con los estiramientos del músculo sin dolor

 

  • Trabajo complementario.

    • Seguir con el trabajo de core

    • ejercicios de fuerza explosiva de tren superior

 

  • Mantenimiento cardiovascular en forma de potencia aeróbica:

    • intervalos intensivos en bicicleta estática o corriendo.

 

*Una vez que el jugador tenga el alta médica se pasa al trabajo de prevención de lesiones.

        7.6. Prevención

 

Además de las pautas de prevención de lesiones expuestas en capítulos anteriores, en este apartado expondremos un ejemplo de protocolo de prevención de lesiones, especialmente en lesiones de Bíceps Femoral o Isquiosurales, descrito en la literatura por Estévez y Paredes (2015).

 

El trabajo de prevención lo dividiremos en tres fases durante cada día de entrenamiento:

  • Entrenamiento individual pre-entrenamiento: conjunto de pautas y ejercicios que debe seguir cada jugador de manera individual antes del entrenamiento con el grupo en función de sus características e historial de lesiones previas.

  • Entrenamiento grupal o sesión de campo: ejercicios que realizar el grupo de manera conjunta durante la sesión de entrenamiento y que van encaminados a la prevención de lesiones. (Aquí hay que incidir que no solamente los ejercicios que se puedan realizar de fuerza o “sin balón” van encaminados a la prevención de lesiones, sino que la sesión en su globalidad debe tener ese principio entre otros, controlando los tiempos de trabajo y recuperación por ejemplo.)

  • Entrenamiento individual de recuperación: conjunto de pautas y ejercicios que debe seguir cada jugador de manera individual después del entrenamiento con el grupo en función de sus características e historial de lesiones previas.

 

A continuación detallaremos algunos ejercicios o protocolos de trabajo individuales pre-activación basados en la fuerza excéntrica, el trabajo de estabilidad lumbopélvica, el trabajo de propiocepción y el trabajo de control neuromuscular.

Ejercicios de fuerza excéntrica

 

 

 

 

Fuente de imagen: Estévez y Paredes, 2015

Ejercicios de fuerza o

estabilidad del core

Fuente de imagen: Estévez y Paredes, 2015

Ejercicios de equilibrio

y propiocepción

Fuente de imagen: Estévez y Paredes, 2015

Ejercicios de control

neuromuscular

 

 

 

 

Fuente de imagen: Estévez y Paredes, 2015

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